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La terapia de calor se puede administrar de varias maneras, como con una almohadilla térmica, una bolsa de agua caliente o una compresa caliente. La terapia de calor puede ser útil para tratar dolores musculares, artritis, contracturas, esguinces y calambres musculares.
La terapia de frío se puede administrar de varias maneras, como con una bolsa de hielo o una compresa fría. La terapia de frío se utiliza comúnmente para tratar lesiones agudas, como esguinces, torceduras, hinchazón y dolor.
La elección entre la terapia de calor o frío dependerá del tipo de lesión o dolor que se esté tratando. Por lo general, se utiliza la terapia de calor para lesiones crónicas o para preparar los músculos antes de hacer ejercicio, mientras que la terapia de frío se utiliza para lesiones agudas o después de hacer ejercicio.
La terapia de calor y frío es una opción de tratamiento segura y efectiva para muchas personas, pero no es adecuada para todas. Por ejemplo, la terapia de calor no debe ser utilizada en personas con problemas de circulación o en áreas donde hay inflamación, y la terapia de frío no debe ser utilizada en personas con problemas de sensibilidad en la piel. Es importante hablar con un profesional de la salud antes de comenzar cualquier tipo de terapia de calor o frío para determinar si es adecuada para su situación individual.