Artritis Reumatoide
Cómo empieza, causas y tratamiento
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Cómo empieza, causas y tratamiento
La terapia BEMER es una intervención no invasiva que utiliza campos electromagnéticos pulsados (PEMF, por sus siglas en inglés) para mejorar la circulación microvascular y potencialmente ofrecer alivio a ciertas condiciones médicas, incluida la artritis. Aquí hay algunas razones por las que BEMER se ha propuesto como beneficioso para la artritis:
Mejora de la Circulación Microvascular: BEMER afirma mejorar la circulación sanguínea en los vasos más pequeños del cuerpo (microcirculación), lo que puede ayudar a aumentar la entrega de oxígeno y nutrientes a las articulaciones afectadas, al tiempo que acelera la eliminación de productos de desecho.
Reducción de la Inflamación: Una buena circulación puede ayudar a reducir la inflamación, un síntoma clave de la artritis. Al disminuir la inflamación, es posible que algunos pacientes experimenten alivio del dolor y una mayor movilidad en las articulaciones afectadas.
Estímulo para la Reparación Celular: Los campos electromagnéticos pulsados pueden ayudar en la regeneración y reparación celular, lo que podría ser beneficioso para el tejido articular dañado por la artritis.
Reducción del Dolor: Al mejorar la circulación y reducir la inflamación, la terapia BEMER puede ofrecer un alivio del dolor para las personas con artritis.
BEMER es una terapia no invasiva, lo que significa que no implica cirugías, inyecciones o medicamentos.
Consulta siempre con tu médico antes de empezar cualquier tratamiento.
La artritis reumatoide es una enfermedad compleja y multifactorial. Aunque su causa exacta no se conoce completamente, se cree que implica una combinación de factores genéticos, ambientales y del sistema inmunológico. Aquí están las posibles causas y factores de riesgo involucrados en el desarrollo de la artritis reumatoide:
Factores genéticos: Existe evidencia de que ciertos genes pueden aumentar la susceptibilidad de una persona a desarrollar artritis reumatoide. Si bien tener estos genes puede aumentar el riesgo, no garantiza necesariamente que se desarrolle la enfermedad.
Factores inmunológicos: La artritis reumatoide se considera una enfermedad autoinmune, lo que significa que el sistema inmunológico ataca por error los propios tejidos del cuerpo, en este caso, las articulaciones. Se desconoce la razón exacta por la que el sistema inmunológico se desencadena de esta manera, pero se cree que puede ser desencadenado por algún factor ambiental en individuos genéticamente susceptibles
Factores ambientales: Existen varios factores ambientales que se han asociado con un mayor riesgo de desarrollar artritis reumatoide, como la exposición a ciertos tipos de infecciones virales o bacterianas, fumar, la exposición a toxinas ambientales y el estrés emocional o físico.
Hormonas: Se ha observado que los cambios hormonales, como los que ocurren durante el embarazo o en las etapas perimenopáusicas, pueden influir en el desarrollo de la artritis reumatoide.
Obesidad: Si bien no se ha establecido una relación causal directa, se ha observado que la obesidad puede aumentar el riesgo de desarrollar artritis reumatoide y también puede afectar la gravedad de la enfermedad en quienes ya la padecen.
Es importante tener en cuenta que la artritis reumatoide es una enfermedad compleja y el resultado de una combinación de factores. No se puede atribuir exclusivamente a un solo factor. La comprensión de estos factores y su interacción aún se encuentra en proceso de investigación activa para mejorar la prevención y el tratamiento de esta enfermedad.
El inicio de un brote de artritis reumatoide puede estar influenciado por varios factores:
Predisposición genética: Existe una predisposición genética para la artritis reumatoide, lo que significa que tener ciertos genes puede aumentar el riesgo de desarrollar la enfermedad. Sin embargo, la presencia de estos genes no garantiza que se desarrolle la artritis reumatoide.
Factores ambientales: Se ha sugerido que ciertos factores ambientales, como infecciones virales o bacterianas, exposición a toxinas o contaminantes, e incluso factores emocionales o estresantes, pueden desencadenar el inicio de la artritis reumatoide en personas genéticamente susceptibles.
Disfunción del sistema inmunológico: En la artritis reumatoide, el sistema inmunológico ataca por error las propias articulaciones, lo que lleva a la inflamación crónica. Se cree que algún desencadenante ambiental puede activar esta respuesta inmunológica anormal.
Síntomas iniciales: Los síntomas iniciales de la artritis reumatoide pueden incluir dolor articular, rigidez matutina, hinchazón en las articulaciones y fatiga. Estos síntomas pueden aparecer de manera gradual o de forma repentina.
Es importante tener en cuenta que el inicio de la artritis reumatoide puede variar significativamente entre las personas. Algunas personas pueden experimentar un inicio repentino con síntomas graves, mientras que otras pueden tener un comienzo más gradual con síntomas leves que empeoran con el tiempo.
Si sospechas que podrías estar experimentando los síntomas de la artritis reumatoide, es crucial buscar atención médica. Un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado pueden ayudar a controlar la progresión de la enfermedad y reducir el impacto en las articulaciones y en la calidad de vida. Un reumatólogo es el especialista médico que puede evaluar y diagnosticar adecuadamente la artritis reumatoide.
El tratamiento para la artritis reumatoide se centra en controlar los síntomas, prevenir el daño articular, mejorar la función física y reducir la inflamación. Es importante mencionar que el tratamiento puede variar según la gravedad de la enfermedad, la respuesta individual al tratamiento y otros factores médicos específicos. Por lo general, el tratamiento puede incluir los siguientes enfoques:
Medicamentos:
Fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FARME): Estos medicamentos, como el metotrexato, la hidroxicloroquina, el sulfasalazina, entre otros, son los pilares del tratamiento y ayudan a controlar la enfermedad y prevenir el daño articular.
Fármacos biológicos: Estos medicamentos, como los inhibidores del factor de necrosis tumoral (TNF) o los inhibidores de la interleucina-6 (IL-6), se usan en casos más graves o cuando los FARME no son efectivos.
Corticosteroides: Se pueden recetar para controlar la inflamación y reducir los síntomas, aunque generalmente se utilizan a corto plazo debido a sus efectos secundarios.
Ejercicio y fisioterapia: Un programa de ejercicio regular y fisioterapia puede ayudar a mejorar la fuerza muscular, la flexibilidad y la movilidad de las articulaciones afectadas.
Cirugía: En casos graves donde hay daño articular significativo, se puede considerar la cirugía para reparar o reemplazar las articulaciones afectadas.
Terapia ocupacional: Los terapeutas ocupacionales pueden ayudar a encontrar maneras de realizar tareas diarias de manera más fácil y menos dolorosa.
Cuidado propio: El descanso adecuado, una dieta saludable y el manejo del estrés pueden complementar el tratamiento médico para controlar los síntomas.
Es esencial tener un plan de tratamiento personalizado desarrollado en colaboración con un reumatólogo u otro profesional de la salud especializado en el tratamiento de la artritis reumatoide. El objetivo del tratamiento es lograr la remisión de la enfermedad o, al menos, controlar los síntomas y minimizar el daño articular para mejorar la calidad de vida del paciente.
terapiafisicovascular.es no proporciona consejos ni servicios médicos. BEMER no está diseñado para diagnosticar, tratar, curar o prevenir ninguna enfermedad. No debe usarse para ningún propósito que no esté descrito en el manual del usuario. Por favor, consulte siempre a un profesional de la salud cualificado si tiene algún problema médico.