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La terapia BEMER es una intervención no invasiva que utiliza campos electromagnéticos pulsados (PEMF, por sus siglas en inglés) para mejorar la circulación microvascular y potencialmente ofrecer alivio a ciertas condiciones médicas, incluida la artritis. Aquí hay algunas razones por las que BEMER se ha propuesto como beneficioso para la artritis:
Mejora de la Circulación Microvascular: BEMER afirma mejorar la circulación sanguínea en los vasos más pequeños del cuerpo (microcirculación), lo que puede ayudar a aumentar la entrega de oxígeno y nutrientes a las articulaciones afectadas, al tiempo que acelera la eliminación de productos de desecho.
Reducción de la Inflamación: Una buena circulación puede ayudar a reducir la inflamación, un síntoma clave de la artritis. Al disminuir la inflamación, es posible que algunos pacientes experimenten alivio del dolor y una mayor movilidad en las articulaciones afectadas.
Estímulo para la Reparación Celular: Los campos electromagnéticos pulsados pueden ayudar en la regeneración y reparación celular, lo que podría ser beneficioso para el tejido articular dañado por la artritis.
Reducción del Dolor: Al mejorar la circulación y reducir la inflamación, la terapia BEMER puede ofrecer un alivio del dolor para las personas con artritis.
BEMER es una terapia no invasiva, lo que significa que no implica cirugías, inyecciones o medicamentos.
Consulta siempre con tu médico antes de empezar cualquier tratamiento.
¿Qué es la Artritis?
La artritis es una enfermedad inflamatoria que afecta a una o más articulaciones en el cuerpo. Aunque existen más de 100 variedades distintas de esta afección, todas comparten características comunes que afectan las articulaciones y el tejido circundante. La manifestación más evidente de la artritis es la inflamación articular, que suele venir acompañada de síntomas como dolor persistente, hinchazón, rigidez y, en casos avanzados, pérdida del rango de movimiento. Estos síntomas pueden variar en intensidad y duración, pero su presencia continuada puede interferir significativamente en las actividades diarias y en la calidad de vida de la persona afectada.
Artritis Reumatoide (AR):
La Artritis Reumatoide (AR) es un tipo de artritis inflamatoria crónica y sistémica, que afecta principalmente a las articulaciones, aunque puede tener manifestaciones en otros órganos. Se caracteriza por la inflamación del revestimiento sinovial de las articulaciones, lo que puede llevar a la erosión del cartílago y el hueso, causando deformidades articulares con el tiempo.
Características y síntomas: Los síntomas más comunes de la AR incluyen dolor, hinchazón y rigidez en las articulaciones, particularmente en las manos, muñecas y pies. Estos síntomas suelen ser simétricos, es decir, afectan a ambos lados del cuerpo por igual. Con el tiempo, la AR puede resultar en limitación del movimiento y pérdida de la función articular. Además, la AR puede causar síntomas sistémicos como fatiga, fiebre y pérdida de peso.
Factores autoinmunes involucrados: La AR es una enfermedad autoinmunitaria, lo que significa que el sistema inmunológico del cuerpo ataca por error a sus propios tejidos, en este caso, el revestimiento sinovial de las articulaciones. Aunque la causa exacta de la AR es desconocida, se cree que una combinación de genética y factores ambientales desencadenan una respuesta autoinmunitaria anormal. En el curso de la enfermedad, se producen autoanticuerpos, como el factor reumatoide y los anticuerpos anti-péptidos cíclicos citrulinados (anti-CCP), que son indicativos de la AR y juegan un papel en su patogénesis.
Osteoartritis (OA):
La Osteoartritis, también conocida como artrosis, es el tipo más común de artritis y se caracteriza principalmente por el deterioro progresivo del cartílago articular. A diferencia de la artritis reumatoide, que es autoinmune, la osteoartritis es una enfermedad degenerativa que afecta principalmente a las articulaciones que soportan peso, como las rodillas, caderas y columna vertebral, aunque también puede afectar otras articulaciones.
Deterioro del cartílago articular: El cartílago es un tejido firme pero flexible que recubre las extremidades de los huesos en una articulación y permite el movimiento suave de las mismas. En la osteoartritis, el cartílago se desgasta gradualmente. A medida que el cartílago se deteriora, puede provocar que los huesos se froten directamente entre sí, lo que causa dolor, hinchazón y limitación en el movimiento. Con el tiempo, la articulación puede perder su forma normal, y pueden desarrollarse espolones óseos en los bordes de las articulaciones.
Factores de riesgo:
Edad: La osteoartritis es más común en personas mayores debido al desgaste natural de las articulaciones a lo largo de los años.
Lesiones previas: Las articulaciones que han sido lesionadas previamente, ya sea por un accidente deportivo, un trauma o una cirugía, tienen un mayor riesgo de desarrollar osteoartritis.
Genética: Algunas personas tienen predisposición genética a desarrollar osteoartritis, ya que ciertos genes pueden hacer que el cartílago sea más propenso al desgaste prematuro.
Otros factores, como el sobrepeso, el estrés repetitivo en una articulación y ciertas enfermedades metabólicas, también pueden aumentar el riesgo de desarrollar osteoartritis.
Artritis Juvenil:
La Artritis Juvenil, también conocida como artritis idiopática juvenil (AIJ), es una enfermedad inflamatoria que afecta a niños y adolescentes menores de 16 años. Es la forma más común de artritis en esta población y, a pesar de su nombre, engloba diferentes tipos de condiciones artríticas que pueden variar en síntomas, complicaciones y tratamientos.
Tipos y síntomas:
Artritis sistémica juvenil: Afecta tanto a las articulaciones como a sistemas orgánicos. Puede causar fiebre alta diaria, erupción cutánea, anemia y, en algunos casos, inflamación de órganos internos.
Oligoartritis: Es el tipo más común de AIJ. Afecta hasta 4 articulaciones, principalmente rodillas, tobillos y muñecas. Puede estar asociado con inflamación ocular.
Poliartritis: Afecta a cinco o más articulaciones. Los síntomas son similares a la artritis reumatoide en adultos, incluyendo articulaciones inflamadas, dolorosas y con rigidez.
Artritis relacionada con entesitis: Además de inflamación articular, se caracteriza por la inflamación de los lugares donde los tendones y ligamentos se insertan en los huesos, como en el talón.
Artritis psoriásica juvenil: Se asocia con la psoriasis y puede afectar a cualquier articulación. Puede presentar hinchazón en los dedos de manos y pies y problemas en las uñas.
Artritis indiferenciada: Es cuando un niño presenta síntomas que no se ajustan claramente a ninguno de los otros tipos o puede tener síntomas de varios de ellos.
Los síntomas varían según el tipo de AIJ pero pueden incluir dolor articular, hinchazón, rigidez, fiebre, erupciones cutáneas y fatiga. Es crucial un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado para evitar complicaciones a largo plazo y mejorar la calidad de vida del niño o adolescente afectado.
Artritis Psoriásica:
La Artritis Psoriásica es una condición inflamatoria crónica que afecta tanto a la piel como a las articulaciones. Se presenta en personas con psoriasis, una enfermedad de la piel que se caracteriza por placas rojas, escamosas, a menudo con picazón, y que pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo.
Relación con la psoriasis: Aunque la relación exacta entre la psoriasis y la artritis psoriásica no se entiende completamente, se cree que ambas condiciones comparten un proceso inflamatorio subyacente. No todas las personas con psoriasis desarrollarán artritis psoriásica, pero es importante que aquellos con psoriasis estén atentos a los síntomas articulares, ya que el diagnóstico temprano y el tratamiento pueden ayudar a prevenir el daño articular irreversible.
Síntomas y áreas afectadas:
Dolor articular y rigidez: A menudo afecta a las articulaciones de las manos, pies, rodillas, codos y columna vertebral.
Dactilitis: Inflamación de un dedo completo (mano o pie), lo que le da un aspecto de "dedo en salchicha".
Entesitis: Inflamación en los lugares donde los tendones o ligamentos se insertan en los huesos, comúnmente en el talón (Aquilodinia) o en la fascia plantar.
Uveítis: Inflamación ocular que puede causar dolor y visión borrosa.
Manifestaciones cutáneas: Placas rojas y escamosas de psoriasis, y cambios en las uñas como picaduras, engrosamiento y desprendimiento.
Al igual que otras formas de artritis, la artritis psoriásica puede variar en severidad y puede ser debilitante. Además de los síntomas articulares y cutáneos, algunas personas con artritis psoriásica pueden experimentar fatiga. Es importante abordar la condición con un enfoque integral, tratando tanto la piel como las articulaciones y buscando atención médica temprana para manejar y controlar los síntomas.
Artritis Séptica:
La artritis séptica, también conocida como artritis infecciosa, es una forma grave de artritis que se produce cuando una articulación se infecta con microorganismos patógenos. Es una condición médica de emergencia que requiere tratamiento inmediato para evitar daños permanentes en la articulación afectada y complicaciones sistémicas.
Infección en una articulación: La artritis séptica se produce cuando bacterias, hongos o, raramente, virus ingresan al espacio articular, ya sea a través del torrente sanguíneo o por un traumatismo directo, cirugía articular o inyección. Una vez que los microorganismos están dentro de la articulación, se multiplican y desencadenan una respuesta inflamatoria intensa, llevando a síntomas como dolor agudo, hinchazón, calor y enrojecimiento en la articulación afectada. Puede estar acompañado de fiebre y malestar general.
Causas:
Bacterias: Las más comunes son Staphylococcus aureus y Streptococcus. En algunos casos, puede ser causada por bacterias gramnegativas.
Hongos: Son causas menos comunes y suelen afectar a personas inmunocomprometidas.
Vías de entrada: Las infecciones en otros lugares del cuerpo, cirugías recientes, heridas punzantes cerca de una articulación o procedimientos médicos invasivos en la articulación pueden ser vías de entrada para los patógenos.
Tratamiento:
Antibióticos: Si se sospecha de artritis séptica, se inician antibióticos intravenosos inmediatamente después de obtener muestras de líquido articular para cultivo.
Drenaje quirúrgico: En muchos casos, es necesario drenar el líquido infectado de la articulación para aliviar el dolor y eliminar los microorganismos. Esto puede hacerse con una aguja (aspiración) o mediante una cirugía abierta.
Inmovilización: La articulación afectada a menudo se inmoviliza temporalmente con férulas para proporcionar alivio del dolor.
Rehabilitación: Una vez que la infección ha sido tratada, puede ser necesario realizar fisioterapia para restaurar la función completa de la articulación.
El pronóstico de la artritis séptica depende de la rapidez con que se inicie el tratamiento. Si se trata rápidamente y de manera efectiva, es posible una recuperación completa. Sin embargo, los retrasos pueden llevar a daños articulares permanentes y a complicaciones potencialmente mortales. Por eso, ante la sospecha de esta condición, es fundamental buscar atención médica inmediata.
Causas y Factores de Riesgo de la Artritis:
1. Genética: La predisposición genética juega un papel crucial en el desarrollo de algunos tipos de artritis. Por ejemplo, muchas personas con artritis reumatoide tienen antecedentes familiares de la enfermedad. Se han identificado ciertos genes que aumentan el riesgo de desarrollar artritis, aunque la presencia de estos genes no garantiza la aparición de la enfermedad, pero sí aumenta la susceptibilidad.
2. Lesiones articulares previas: Las articulaciones que han sufrido lesiones por traumatismos, ya sea en accidentes o durante actividades deportivas, pueden ser más propensas a desarrollar artritis en el futuro. Estas lesiones pueden dañar el cartílago o el hueso, alterando la mecánica normal de la articulación y acelerando el desgaste del cartílago, lo que puede conducir a la osteoartritis.
3. Infecciones: Algunas formas de artritis son el resultado directo de una infección. La artritis séptica, como se mencionó anteriormente, es causada por una infección bacteriana o fúngica en la articulación. Además, ciertas infecciones virales o bacterianas pueden desencadenar artritis reactiva, que es una forma de artritis que aparece después de una infección en otra parte del cuerpo.
4. Trastornos autoinmunitarios: El sistema inmunológico está diseñado para atacar invasores extranjeros en el cuerpo, como virus y bacterias. Sin embargo, en las enfermedades autoinmunitarias, el sistema inmunológico ataca por error los tejidos sanos del cuerpo. En el caso de la artritis reumatoide y la artritis psoriásica, el sistema inmunológico ataca las articulaciones, causando inflamación, dolor y eventual deterioro articular. La causa exacta de este mal funcionamiento del sistema inmunológico no se comprende completamente, pero se cree que una combinación de factores genéticos y ambientales está involucrada.
Es esencial reconocer que la artritis puede ser multifactorial y que la interacción de varios factores de riesgo puede aumentar la susceptibilidad de una persona a desarrollar la enfermedad. Además, la importancia relativa de cada factor puede variar según el tipo de artritis y el individuo afectado. Por ello, es fundamental abordar la artritis desde una perspectiva holística y personalizada.
Diagnóstico de la Artritis:
1. Historia clínica y examen físico:
El primer paso en el diagnóstico de la artritis es obtener una historia clínica detallada del paciente. El médico preguntará acerca de los síntomas presentes, su duración, su gravedad y cualquier factor que los mejore o empeore. También es importante conocer sobre posibles antecedentes familiares de artritis o enfermedades autoinmunitarias. Luego, durante el examen físico, el médico evaluará las articulaciones afectadas, buscando signos de inflamación, hinchazón, enrojecimiento o deformidad. También se valorará la amplitud de movimiento y la presencia de crepitaciones.
2. Pruebas de laboratorio:
Existen diversas pruebas de sangre que pueden ayudar en el diagnóstico de la artritis:
Marcadores de inflamación: Como la velocidad de sedimentación globular (VSG) y la proteína C reactiva (PCR), que pueden estar elevados en condiciones inflamatorias como la artritis reumatoide.
Anticuerpos: Algunos tipos de artritis, como la artritis reumatoide, pueden presentar anticuerpos específicos en la sangre, como el factor reumatoide (FR) y los anticuerpos antipéptidos citrulinados cíclicos (anti-CCP). Estas pruebas ayudan no solo en el diagnóstico, sino también en la clasificación y pronóstico de la enfermedad.
3. Imágenes médicas:
La obtención de imágenes de las articulaciones puede proporcionar información valiosa sobre el grado y tipo de afectación articular:
Rayos X: Pueden mostrar cambios en las articulaciones, como el estrechamiento del espacio articular, erosiones óseas o espolones óseos, que son típicos de la osteoartritis.
Resonancia magnética (RM): Es especialmente útil en las primeras etapas de enfermedades como la artritis reumatoide, donde puede detectar inflamación y daño en las articulaciones antes de que se manifiesten en una radiografía convencional.
Es fundamental tener en cuenta que el diagnóstico de la artritis suele ser un proceso de integración de la información clínica, de laboratorio y radiológica. Además, algunos pacientes pueden necesitar seguimiento a lo largo del tiempo para llegar a un diagnóstico definitivo, especialmente si los síntomas son atípicos o leves al principio.
Estrategias de Tratamiento para la Artritis:
1. Medicamentos:
Analgésicos: Estos medicamentos ayudan a reducir el dolor, pero no la inflamación. Paracetamol y tramadol son ejemplos comunes.
Antiinflamatorios: Los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) como ibuprofeno y naproxeno reducen tanto el dolor como la inflamación.
Modificadores de la enfermedad (DMARDs): Estos medicamentos pueden modificar el curso de la enfermedad, deteniendo o ralentizando su progresión. Metotrexato, hidroxicloroquina y sulfasalazina son ejemplos de DMARDs.
Biológicos: Estos son tipos de DMARDs que atacan fuentes específicas de inflamación. Incluyen medicamentos como etanercept, infliximab y adalimumab.
2. Terapias Físicas y Ocupacionales:
Ejercicios y estiramientos: Una rutina regular de ejercicios puede ayudar a mantener la función articular y aliviar la rigidez. La fisioterapia puede personalizar un programa que sea adecuado para el paciente.
Uso de dispositivos de ayuda: Bastones, andadores o dispositivos ortopédicos pueden ser recomendados para mejorar la movilidad y reducir la presión sobre las articulaciones afectadas.
3. Cirugía:
Reemplazo articular: En casos severos, las articulaciones dañadas pueden ser reemplazadas por prótesis. El reemplazo de rodilla y cadera son los más comunes.
Sinovectomía: Se realiza para remover el revestimiento inflamado de la articulación (sinovio) y puede hacerse de forma quirúrgica o con una inyección.
4. Remedios Naturales y Complementarios:
Suplementos como glucosamina y condroitina: Aunque la investigación es mixta, algunos pacientes encuentran alivio en estos suplementos, que pueden apoyar la salud del cartílago.
Acupuntura y masajes: Estas técnicas pueden ayudar a aliviar el dolor y mejorar el funcionamiento en algunas personas con artritis.
Es importante mencionar que cada persona es única, y lo que funciona para un paciente con artritis podría no ser eficaz para otro. La elección de tratamientos debe ser personalizada, basada en la gravedad de los síntomas, el tipo de artritis y las preferencias y necesidades individuales del paciente.
Prevención y Cuidado de la Artritis:
1. Mantener un peso saludable: El exceso de peso puede ejercer presión adicional sobre las articulaciones, especialmente aquellas que soportan el peso, como las rodillas, caderas y columna vertebral. Mantener un peso saludable puede reducir el riesgo de desarrollar osteoartritis y puede disminuir la progresión de la enfermedad si ya está presente.
2. Ejercicio regular: La actividad física no solo ayuda a mantener un peso óptimo, sino que también proporciona muchos beneficios para las articulaciones y los músculos. El ejercicio fortalece los músculos alrededor de las articulaciones, lo que puede actuar como un soporte. Además, el movimiento ayuda a lubricar las articulaciones, reduciendo la rigidez. Es esencial elegir ejercicios de bajo impacto, como nadar o andar en bicicleta, para proteger las articulaciones y evitar lesiones.
3. Proteger las articulaciones: Evitar movimientos repetitivos y cargar demasiado peso sobre una articulación en particular. Cuando sea necesario levantar objetos, es esencial usar una técnica adecuada, como doblar las rodillas en lugar de la espalda. En actividades diarias, se pueden utilizar dispositivos de asistencia para reducir la tensión en las articulaciones. También es crucial evitar posturas inadecuadas y esforzarse por mantener una postura ergonómica, especialmente al sentarse o trabajar en un escritorio.
Incorporar estas prácticas en la rutina diaria puede no solo prevenir la aparición de artritis en aquellos con predisposición, sino también reducir la severidad y progresión de la enfermedad en aquellos que ya la padecen. Es importante recordar que la prevención y el autocuidado son componentes cruciales en el manejo a largo plazo de la artritis.
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